jueves, 24 de diciembre de 2015

Cuando nos volvamos a encontrar

A veces pasas por mi lado,callado,y una fugaz mirada nos une durante unos segundos,hasta que,por alguna absurda razón que ambos conocemos,yo aparto mis ojos de los tuyos,e instantes depués me arrepiento.
Sin saber cómo remediarlo,día tras día se repite este momento indescriptible.
Mañana,cuando nos volvamos a encontrar,y claves tus ojos en los míos,tal vez los esquive.O quizá me quede hipnotizada,perdida en el claro y profundo abismo de tu mirada,soñando despierta la hermosa libertad de estar presa en ti.Y quizá entonces muera mi cordura.Quiza me olvide del mundo,de su existencia,y hasta de la mía propia.Quizá se detenga un instante el tiempo y todo se quede quieto;excepto el latido de este corazón mío desbocado,que no comprende la locura de amarte desde lejos.Y quizá,sólo quizá,me atreva a esbozar una débil sonrisa de la que difícilmente te percates.Y quizá,sólo quizá,te atrevas a susurrar algo ininteligible,que difícilmente yo pueda oír.Y entonces algo o alguien romperá la magia del momento;de aquel momento intenso,y cálido,que sólo nosotros compartimos,de cuya pálida y efímera esencia,sólo nosotros fuimos testigos fieles;que sólo los dos recordaremos.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Se que estás ahí...

Sé que estás ahí, en alguna parte, en algún lugar del mundo, tal vez lejano, o tal vez no.
No conozco tu rostro ni tu nombre, pero tampoco hace falta, pues sé bien quién eres: se cómo te sientes, y también de tus anhelos.
Sé que nadie más que tú me comprendería, sé lo que necesitas y lo que quieres. Que tú también me conoces mejor que nadie, que eres mi alma gemela; que tu corazón y el mío están destinados a pertenecer el uno al otro.
Sé que naciste para estar a mi lado, que me llevas toda la vida buscando.
Sé que me estás esperando, paciente, que tan sólo aguardas mi llamada para acudir presto a mi encuentro; que basta una voz, no necesariamente alta ni clara, tan sólo un susurro sería suficiente. 
Se que si te digo ven lo dejarás todo.
Y así será.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Trenes perdidos

He visto pasar muchos trenes ya. Quizá demasiados. Mas sigo esperando el mío. Sigo esperando aquel destinado especialmente a mi. Aquel que me lleve a otro lugar, a mi lugar, a mi hogar, pues sé que incluso yo debo tener uno. Pero no llega, nunca llega. Y comienzo a impacientarme. Ya no se siquiera qué espero exactamente. Solo se que nunca llega.
Los demás están de paso por la estación, ven el tren llegar y lo cogen sin dudar. Yo, en cambio, me quedo aquí, en pie, varada, viendo la gente llegar y marcharse. Cada año, cada día. Cientos de personas pasan por mi lado, con prisas, como pasa el tiempo. Y se me escapa. Como dejo los trenes pasar. Como los trenes escapan. Uno, dos, cientos.
Como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si la eternidad me perteneciera.
Pero no es así.
Y temo que ese tren no llegue jamás, y que esta espera desesperanzada sea inútil.
O que mi tren ya haya pasado y yo, terca, exigente y vanidosa, lo haya dejado ir sin darme cuenta de que era el mío, creyendo merecer algo mejor, esperando algo que probablemente no exista.
No haber reunido el valor suficiente para cogerlo, para enfrentarme a mi destino.
Haber tenido tanto miedo a equivocarme.

Sí, veo trenes pasar, trenes que vienen y se van pero no vuelven. Trenes perdidos, todos ellos.
Y cada vez pasan menos. Y temo el día en que no pasen más trenes ya, o que llegue el último y yo no sepa que lo es.
Que no lo vea. Que el miedo me paralice. Que las dudas me distraigan.
Y perderlo.

Cerrar los ojos, ausentarme un momento y ya sea demasiado tarde.

O no tener fuerzas en los brazos para subirme a él, y perderlo. Y no tener fuerzas en las piernas para correr tras él, y perderlo. Y no tener voz para gritar “¡paren!”.
Y perderlo.

Porque esperar agota, y yo ya estoy exhausta. Estar siempre alerta, en pie, sin descansar un instante. Me falla la vista, me tiemblan las piernas. El tiempo pasa y con él se me van las fuerzas. Ya no soy ágil, y rápida. Ni fuerte.

Porque esperar cansa y ya estoy muy cansada.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Prefiero la noche

Prefiero la noche en la que todos duermen y nadie puede oir mi lamento, en que la tenue luz de la luna no alcanza a iluminar mi rostro surcado de lágrimas, mis ojos llenos de angustia, mi mirada vacía y perdida; la noche en la que no me pueden ver.

Prefiero la soledad, amable amiga, fiel compañera y confidente. Con ella paso las horas más amargas, mas no pregunta nada, no me compadece, ni me trata de dar consuelo inútilmente. A su lado no tengo que ocultar mi dolor, ni reprimir mi llanto.

Prefiero el silencio, pues  me aquejan palabras vanas, la música alegre, el ruido mundano de las risas febriles...el silencio absoluto en que siento que no hay nadie más, y la calma del mundo me  arrastra a un remanso de paz  creándose una tregua en la continua batalla que se libra en mi interior.                                            

Prefiero la oscuridad, inmenso manto que me cubre y me esconde, que me protege de la mirada de compasión y de incomprensión de los demás, prefiero la oscuridad, en que mi alma negra se confunde y se mimetiza con la negrura, la oscuridad a la que pertenezco.

Prefiero la noche, reino de las sombras, donde sólo soy una sombra más.

miércoles, 14 de octubre de 2015

El beso del dementor

Los dementores existen. Y no lo digo porque haya perdido la cabeza (aunque es bastante probable): lo digo porque lo sé, y lo sé porque los he visto con mis propios ojos; lo sé  porque los he sentido, he sentido el terrible y penetrante frío, que cual ave de mal agüero, anuncia su temida presencia.



No te confundas, no hablo de esos extraños y macabros seres fantásticos, encapuchados sin rostro, de manos putrefactas, respiración ruidosa y aliento corrompido, vigilantes de prisiones y motivo de terror entre los habitantes de un mundo mágico de  libros: hablo de dementores reales, de personas aparentemente normales, como tú y como yo, de aspecto común y vidas corrientes, de cuerpos humanos con manos humanas y rostros humanos; que caminan, que hablan como humanos?pero en su interior son tan putrefactos como el aliento de aquellos dementores de libro, tan podridos como sus manos viscosas; personas oscuras, sin alma, que al igual que los otros, se alimentan de la felicidad, de la alegría de los demás; dementores reales que con una mirada, palabra o incluso un beso, absorben toda paz, toda esperanza?dementores reales que si se acercan demasiado roban hasta el último sentimiento positivo, hasta el último recuerdo dichoso de su víctima, dejándola vacía, que se limita a existir a partir de ese instante.



La gran diferencia entre los primeros y los segundos, es, para nuestra desgracia, que contra estos últimos no hay defensa posible, no puedes sacar tu varita e invocar un patronus; no hay encantamiento o hechizo capaz de acabar con ellos, ni siquiera de repelerlos.


Así que si alguna vez comienzas a sentir ese frio penetrante que hiela las entrañas, si tienes la mala fortuna de encontrarte con uno de estos seres y eres capaz de reconocerlo a tiempo, huye.
Es lo único que puedes hacer para tratar de salvarte. Corre rápido. Y lejos.



Es ligeramente posible que no te alcance.